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Canibalismo medicinal -

El uso de cuerpos humanos como recurso medicinal en Europa es una práctica que ganó popularidad durante el Renacimiento.

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Canibalismo medicinal - Durante los siglos XVI y XVII en particular, los europeos empezaron a usar sangre, huesos y grasa humana como ingredientes para curar varios tipos de dolencias.

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Edad Media - Pero la relación de Europa con el canibalismo viene de muy atrás. Las hambrunas forzaron a las personas a practicar la antropofagia en la Edad Media. También se sabe que los cruzados hambrientos llegaron a comerse a sus enemigos muertos. En Egipto, por ejemplo, la carne humana incluso se encurtía y preservaba en tarros.

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Romanos - Pero antes de que estas prácticas medicinales se expandiesen por Europa, los romanos ya bebían la sangre de los gladiadores y se comían sus hígados como cura para la epilepsia.

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Momias - Todo empezó con las momias. Las personas saqueaban sus tumbas y las llevaban a Europa. De hecho, llegaron a figurar en un catálogo de medicina alemán como remedio.

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Carne de momia - La Pharmacopoeia Universalis del médico inglés Robert James mencionaba que la carne de momia podía utilizarse para curar varios problemas, desde la tos hasta los dolores menstruales.

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Saqueo de tumbas - La demanda de huesos humanos hizo que los sepultureros empezasen a robar cuerpos y a vender partes.

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Instrucciones - El farmacólogo alemán Johann Schröder publicó una serie de instrucciones sobre cómo procesar un cuerpo humano (entre las que se incluían rociarlo con mirra y aloe).

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Carlos II de Inglaterra - El rey solía beber un brebaje a base de alcohol y cráneos humanos.

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Musgo mágico - La usnea, un tipo de musgo que crece en los cráneos enterrados, solía utilizarse para curar la epilepsia y los sangrados nasales.

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Corazones humanos - El predicador británico John Keogh aseguraba que los corazones humanos eran perfectos para tratar los mareos y ganar fuerza.

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Vendajes de grasa - En Alemania a los pacientes se les prescribían vendajes empapados en grasa humana para tratar las heridas.

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Grasa como pomada - La grasa humana también se untaba sobre la piel para tratar la gota.

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Cóctel de cráneo y chocolate - En el siglo XVII, un médico inglés llamado Thomas Willis creó una bebida que mezclaba chocolate y cráneos humanos en polvo.

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Velas de grasa -

También se creía que una vela hecha de grasa humana podía aturdir y paralizar a la gente.

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También se podía cocinar - Hay una receta de 1679 que explica cómo hacer mermelada con sangre humana.

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Cráneo dulce - Asimismo, se creía que mezclar cráneos y melaza ayudaba a curar la epilepsia.

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Sangre fresca - Aunque beber sangre fresca era recomendable, no todo el mundo se lo podía permitir. Los pobres asistían a ejecuciones y después le compraban tarros con sangre al verdugo.

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Empresarios sangrientos - Esto hizo que algunas personas se aprovechasen de las ejecuciones para hacer negocio y vender la sangre de los reos.

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Fuente de la juventud - El monje italiano Marsilio Ficino aconsejaba a los mayores beber la sangre de gente joven para contrarrestar los efectos del envejecimiento.

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Inocencio VIII - Cuando estaba en su lecho de muerte, al papa Inocencio VIII le dieron para beber la sangre de tres niños. Según consta, tanto él como ellos murieron.

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Transubstanciación - Los protestantes acusaron a los católicos de practicar el canibalismo. Durante la comunión, se supone que el pan y el vino representan el cuerpo y la sangre de Cristo.

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Medicina moderna - Aunque ya no bebemos sangre ni comemos cuerpos humanos, sí seguimos usándonos entre nosotros para curarnos.

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Transfusiones de sangre - Las transfusiones de sangre actuales se parecen a las del pasado, solo que ahora las hacemos como es debido y no bebiendo sangre fresca.

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Trasplantes de órganos - Los trasplantes de órganos son otra forma de aprovechar los cuerpos humanos para fines médicos.

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Placenta - Algunas mujeres se comen su propia placenta tras dar a luz, una práctica común en muchos lugares del mundo.

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Células madre - Las células madre también parecen ser una solución prometedora a varios tipos de dolencias.

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