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Abraham Lincoln -

El décimo sexto presidente de EE. UU. era tan consciente de su aspecto que hasta bromeaba al respecto. En un debate le acusaron de tener "dos caras", a lo que él respondió: "Lo dejo en manos del público. Si tuviese otra cara, ¿de verdad cree usted que usaría esta?".

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John D. Rockefeller -

John D. Rockefeller, el cofundador de la Standard Oil Company, tenía un parecido más que razonable con el conde Orlok de "Nosferatu" (1922). 

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María I de Inglaterra -

También conocida como María la Sanguinaria, esta reina intentó revertir la Reforma anglicana que había comenzado durante el reinado de su padre, Enrique VIII. Por mucho que se adornase con oro y perlas, está claro que no era precisamente agraciada.

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Andy Warhol -

Andy Warhold, uno de los nombres más célebres del arte pop, creó un montón de obras hermosas. Por desgracia, el artista tenía acné y rosácea. Por si esto fuera poco, no cabe duda de que su característico peinado tampoco era para todos los gustos.

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Alfred Hitchcock -

Puede que Alfred Hitchcock fuese uno de los directores de cine más famosos de la historia, pero su extraña apariencia sin duda parecía hacerle justicia a esa mente tan singular capaz de imaginar películas de lo más terroríficas.

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Joseph Bloor -

El rostro del fundador de Yorkville (Canadá) no es uno que pueda olvidarse con facilidad. Teniendo en cuenta que por aquel entonces había que quedarse quieto durante cinco minutos para que te sacasen una foto, no es ninguna sorpresa que este fuese el resultado.

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René Descartes -

Puede que el filósofo y matemático francés inventase la geometría analítica y la filosofía moderna, pero está claro que no dejó huella en el mundo de la estética.

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Cleopatra -

En el imaginario popular, Cleopatra fue una reina de inconmensurable belleza. Sin embargo, los registros históricos parecen sugerir lo contrario. Por ejemplo, las monedas que se conservan demuestran que tenía un cuello ancho y facciones masculinas. Aun así, fue una seductora nata.

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Felipe IV de España -

Recordado por su mecenazgo artístico y su gobierno de España durante la guerra de los Treinta Años, el rey Felipe IV también lució uno de los peinados menos favorecedores de la época.

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Ludwig Van Beethoven -

El famoso pianista y compositor alemán medía 1,60 m y hasta sus propios amigos decían que era feo. ¡Eso duele!

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Leopoldo I del Sacro Imperio Romano Germánico -

Leopoldo I estuvo a la cabeza del Sacro Imperio Romano Germánico entre 1658 y 1705. ¿Tú crees que este look tan rocambolesco le hacía justicia?

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John C. Calhoun -

John C. Calhoun, el séptimo vicepresidente de los EE. UU., era un ferviente defensor de la esclavitud y la supremacía de los blancos. Está claro que su falta de belleza exterior reflejaba lo feo que también era por dentro.

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George Eliot -

Mary Ann Evans, quien escribía bajo el pseudónimo de George Eliot, fue una escritora inglesa y una de las grandes novelistas de la época victoriana. Henry James la describió en una ocasión como "magníficamente fea, deliciosamente horrible".

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Franz Liszt -

Aunque el compositor húngaro fue un pianista excepcional que influyó enormemente en el Romanticismo, no envejeció tan bien como su música.

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Sarah Moore Grimké -

La escritora y educadora decimonónica fue de las primeras en defender los derechos de las mujeres y la abolición de la esclavitud. Nadie la recuerda por su aspecto, pero sí por dedicar toda su vida a luchar por estas importantes causas.

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Sócrates -

Según los relatos históricos que se conservan, el filósofo griego era de todo menos atractivo. ¡Incluso Aristófanes se rio de él en sus comedias!

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Ljubica Vukomanović -

La princesa consorte de Serbia entre 1817 y 1839 tuvo una vida política muy activa. Se casó con el príncipe Miloš Obrenović I y su matrimonio fue bastante turbulento, hasta el punto de casi llegar a matar a golpes a una de las amantes de él. ¡Seguro que nadie se volvió a meter con ella después de semejante arranque de violencia!

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Grigori Rasputín -

A pesar de su inquietante aspecto, el místico ruso triunfaba entre las mujeres nobles.

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Tomás de Aquino -

Puede que el sacerdote, teólogo y filósofo italiano fuese un hombre santo, pero está claro que no le bendijeron con un rostro agraciado.

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Carlos II de España -

Debido a una larga lista de matrimonios incestuosos en la Casa de Habsburgo, Carlos II de España sufrió todo tipo de deformaciones. También era estéril y tenía dificultad para hablar y comer.

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Angelina Emily Grimké -

Al igual que su hermana, Angelina Emily Grimké no era una mujer precisamente agraciada. Aun así, la belleza no lo es todo, y el increíble legado de las hermanas Grimké es un claro ejemplo de ello.

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Tutankamón -

Que su famosa máscara dorada no te engañe. El faraón egipcio tenía varias deformaciones físicas a causa de la endogamia, ya que sus padres eran hermanos.

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Vlad el Empalador -

A Vlad el Empalador se lo considera uno de los gobernantes más importantes de Rumanía y un héroe nacional. Y aunque te recuerde a una cierta criatura sedienta de sangre, no tienes nada que temer: Bram Stoker solo se inspiró en su nombre para crear al famoso conde Drácula.

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El Greco -

Por suerte para El Greco, la gente lo recuerda por sus obras y no por su aspecto físico. Algunos de sus cuadros más famosos son Vista de Toledo y Visión del Apocalipsis.

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Carlota de Mecklemburgo-Strelitz -

Carlota de Mecklemburgo-Strelitz fue la esposa del rey Jorge III y, por lo tanto, reina de Gran Bretaña e Irlanda. Al igual que muchos miembros de la realeza de la época, no se la recuerda por haber sido especialmente agraciada.

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Enrique VIII -

Más conocido por sus seis matrimonios fallidos (varios de los cuales tuvieron el peor final posible), el rey inglés no es que fuese un espectáculo para la vista.

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Jacobo II de Escocia -

Para ser justos, nadie luciría bien con semejante peinado, pero está claro que algo más le pasaba a este rey escocés.

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Isabel I de Inglaterra -

Está claro que las entradas marcadas y las cejas ausentes le hicieron un flaco favor a Isabel I, una de las últimas monarcas de la Casa de Tudor.

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Jean-Paul Sartre -

El famoso filósofo francés era consciente de su aspecto, sobre todo después de cortarse el pelo. Cuando llegó a casa, su madre rompió a llorar. Al parecer, ella misma había diseñado el anterior peinado para disimular la fealdad de su hijo. ¡Vaya!

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