¿Sabías que estas figuras eran "queer"?
Si te gustan las historias de amor trágicas como la de Romeo y Julieta, entonces esta te encantará. Inés de Castro y Pedro I de Portugal fueron los protagonistas de una de las mayores tragedias románticas jamás conocidas. Amor prohibido, muerte, disputas familiares, venganza e incluso una coronación póstuma. Sobra decir que esta relación tiene todos los elementos necesarios para ser un relato de lo más fascinante. Si quieres conocer todos los detalles, ¡haz clic para seguir leyendo!
Inés de Castro nació en 1320 o 1325 en Galicia (España). Era la hija ilegítima de Pedro Fernández de Castro, un noble de la región, y de una mujer portuguesa llamada Aldonza Lorenzo de Valladares.
Inés de Castro pasó su infancia en el castillo de Albuquerque (ubicado cerca de la frontera entre España y Portugal) antes de convertirse en doncella de Constanza Manuel, quien estaba comprometida con el príncipe de Portugal, don Pedro.
Inés de Castro se trasladó a Évora junto al séquito de Constanza. Don Pedro y ella se casaron como estaba previsto, pero él cayó rendido a los pies de Inés.
Constanza estaba de todo menos contenta con la situación y decidió tomar cartas en el asunto. En un intento por convertir la relación de ambos en un lío incestuoso, invitó a Inés a convertirse en la madrina de su hijo.
En 1344, Alfonso IV, rey de Portugal y padre de don Pedro, empezó a sentirse inquieto por la relación de su hijo con Inés. Como resultado, decidió exiliarla cerca de la frontera con España.
En 1349 Constanza fallecía, supuestamente a causa de la infelicidad que le causaba el amor que su marido le profesaba a Inés. Tras su muerte, estos volvieron a encontrarse y se asentaron en el palacio que conectaba con el convento de Santa Clara. Este palacio se encontraba al lado del río Mondego y de la Quinta das Lágrimas (imagen).
El palacio se construyó por orden de doña Isabel, la abuela de Pedro, quien tiempo después pasaría a ser canonizada.
Los hermanos de Inés de Castro, poderosos nobles, intentaron convencer a Pedro de hacerse con el trono de Castilla y León, el cual acabaría perteneciendo a un hijo suyo y de Inés.
El padre de Pedro, quien estaba decidido a preservar la independencia de Portugal, hizo caso a sus consejeros, quienes le sugirieron que la mejor forma de evitar la interferencia de España sería separar a Pedro y a Inés de una vez por todas.
Aprovechando la ausencia de Pedro, Inés de Castro fue sometida a un juicio en Montemor-o-Velho y condenada a muerte.
Alfonso IV puso fin a la vida de Inés el 7 de enero de 1355 con la ayuda de Pedro Coelho, Álvaro Gonzálvez y Diego López Pacheco.
El asesinato de Inés hizo que Pedro emprendiese una guerra civil contra su padre. El conflicto solo llegó a su fin tras la intervención de su madre, la reina de Portugal.
Pedro pasó a ser Pedro I y a sentarse en el trono de Portugal en 1357. Tres años después, en 1360, reconoció públicamente su matrimonio con Inés, el cual se celebró en Braganza en 1354. Como resultado, Inés sería reina de Portugal.
Pedro solicitó la construcción de dos sepulcros para él e Inés en el Monasterio de Alcobaza.
Después ordenó que los restos mortales de ella se trasladasen al monasterio desde el convento de Santa Clara para darles sepultura.
Pedro I después ordenó a todas las clases sociales (clérigos, nobles y campesinos) que participasen en una procesión fúnebre en honor a la difunta reina.
Uno de los aspectos más conocidos de la historia de Pedro e Inés es la supuesta coronación póstuma de esta.
Según parece, Pedro I ordenó exhumar el cuerpo de Inés, vestirlo con atuendos reales y sentarlo en el trono para concederle el título de reina.
Después ordenó que todos los nobles del reino le besasen la mano y le rendiesen pleitesía.
Aunque su historia está bien documentada y se considera generalmente verídica, las únicas menciones de esta ceremonia que se conservan son del siglo XVI en adelante.
Dos de los asesinos, Pedro Coelho y Álvaro Gonzálvez, fueron atrapados y ejecutados.
Cuenta la leyenda que Pedro ordenó arrancarle el corazón a uno por el pecho y al otro por la espalda. ¡Algunas versiones incluso dicen que fue él mismo quien lo hizo!
Sin embargo, hay otras aún más macabras que aseguran que el rey se dio un festín durante la ejecución y que incluso se comió un trozo de sus corazones.
Según consta, Pedro dijo que las personas capaces de matar a una mujer inocente no tenían corazón.
Diego López Pacheco, quien había logrado huir a Francia, recibió el perdón real de Pedro I cuando este se encontraba en su lecho de muerte.
La historia de Pedro e Inés, la reina póstuma de Portugal, se ha plasmado incontables veces en el arte y la literatura.
Según cuenta la leyenda, el agua que corre por la fuente donde Inés murió está compuesta de sus lágrimas. También se dice que está manchada de su sangre y que su fantasma aún vaga por la finca.
Fuentes: (Fundação Inês de Castro)
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¡Ocurrió de verdad!
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