¿Te imaginas pasar toda tu vida en un invierno perenne capaz de congelar lagos y ríos? Aunque esta sigue siendo la realidad de algunos países, hubo un tiempo en el que se convirtió en el pan de cada día de casi todo el hemisferio norte. A este periodo se lo conoce como la Pequeña Edad de Hielo y fue uno de los episodios más brutales de la historia de la humanidad. Si quieres saber más al respecto, ¡haz clic para seguir leyendo!
Uno de los ejemplos más reseñables del efecto de la Pequeña Edad de Hielo lo encontramos en Londres, donde el Támesis se congeló durante 24 inviernos consecutivos. Esto hizo que los habitantes llegasen a celebrar ferias sobre el propio hielo.
Entre los siglos XVI y XIX, parte de la Tierra (sobre todo el hemisferio norte) se vio asolada por un frío glacial que hoy en día conocemos como la Pequeña Edad de Hielo. Durante este periodo, países enteros sufrieron las terribles consecuencias de las bajas temperaturas y sobrevivir se convirtió en toda una hazaña.
Aunque se la conoce por este nombre, no fue una edad de hielo como tal, ya que la temperatura media bajó a tan solo unos 0,5°C y el frío no siempre era constante. Sin embargo, los efectos de este clima se sintieron en todo el mundo y condicionaron gran parte de la historia de la humanidad.
Aunque los científicos no saben qué fue lo que la provocó exactamente, muchos creen que pudo verse influenciada por una menor actividad solar o incluso por una serie de erupciones volcánicas.
A medida que los cultivos se echaban a perder por el frío extremo y a la gente le costaba sobrevivir, muchas personas fueron acusadas de brujería y se les culpó de ser las responsables de este invierno perpetuo.
Curiosamente, el frío hizo que el estrecho que separa Suecia de Dinamarca se congelase, lo que permitió que el rey Carlos X Gustavo de Suecia (imagen) marchase con su ejército sobre la isla danesa de Funen en 1658.
Algunas personas creen que el sonido tan singular de los violines Stradivarius (creados en los siglos XVII y XVIII) es el resultado de la madera que Antonio Stradivari usó para fabricarlos. Se dice que el frío hizo que la madera empleada fuese más densa de lo habitual.
Hacia finales del siglo XVII, el frío se volvió tan insoportable que varias naciones europeas se sumieron en una terrible hambruna. Muchas personas y animales murieron, pero no se les pudo enterrar como era debido porque el suelo estaba demasiado duro como para cavar.
Las comunidades empezaron a criar un ganado más tolerante al frío como las ovejas, las cabras y algunas razas bovinas, ya que eran capaces de sobrevivir con menos pasto y aguantaban mejor las bajas temperaturas.
Para sobrevivir, los agricultores se vieron obligados a cambiar sus prácticas para lidiar con unas temporadas de cultivo más cortas y unas temperaturas más frías. Empezaron a plantar cereales más resistentes como la avena y el centeno, ya que aguantaban más que el trigo o la cebada.
Para salvaguardar los alimentos durante los meses más fríos, las comunidades desarrollaron métodos de almacenamiento más eficientes. Por ejemplo, construyeron bodegas y graneros más robustos, lo que ayudó a preservar los granos, las verduras y otros alimentos perecederos durante más tiempo.
Los tubérculos como los nabos y las patatas se convirtieron en la base de la dieta de las personas gracias a su capacidad de crecer en climas fríos. La caza siguió siendo importante, aunque la carne de animales salvajes se volvió más escasa debido a las bajas temperaturas.
En algunas regiones, sobre todo en Europa, el uso de los invernaderos pasó a ser algo habitual. Ahí es donde se cultivaban las frutas y verduras que no podían sobrevivir en el exterior.
El frío también se hizo notar en los hogares, por lo que aumentó la demanda de combustible para mantener las casas calientes. El uso de turba, carbón y otras alternativas se generalizó allá donde la madera escaseaba.
También se construyeron casas o se modificaron las existentes para retener mejor el calor. Las paredes gruesas y el aislamiento térmico pasaron a ser características habituales y algunas comunidades incluso construyeron hogares semisubterráneos para mantener una temperatura interior estable.
En muchas regiones, la vida comunal pasó a ser una estrategia crucial de supervivencia. Las familias se juntaban en grupos grandes para vivir y compartir tanto recursos como calor corporal.
Al igual que muchos animales salvajes, algunas personas empezaron a adoptar patrones migratorios. Esto quiere decir que solían irse a zonas más elevadas o con temperaturas más moderadas durante los meses de invierno y después regresaban en primavera y verano para plantar y cosechar los cultivos.
La ropa también evolucionó para proteger mejor a las personas del frío. Se volvió habitual vestir varias capas de lana, pelo u otros materiales aislantes en zonas donde el frío no era tan extremo.
La pesca se convirtió en una importante fuente de comida, sobre todo en las regiones costeras. Las comunidades desarrollaron técnicas de pesca más sofisticadas para poder atrapar peces en aguas frías, así como para preservarlos mediante la salazón y el secado.
Aunque no fuesen una estrategia de supervivencia como tal, los deportes como el esquí y el patinaje sobre hielo sí eran una forma de entretenimiento que ayudaba a las personas a sobrellevar los fríos y duros inviernos.
El conocimiento que las gentes de antaño tenían de las plantas medicinales fue lo que les ayudó a lidiar con los problemas de salud provocados por el frío. Algunos remedios naturales que utilizamos a día de hoy para tratar las infecciones y la congelación se llevan usando desde antes de la Pequeña Edad de Hielo.
Los trineos, al estar adaptados al terreno, pasaron a ser el principal medio de transporte cuando nevaba. A día de hoy, estos vehículos se siguen utilizando incluso cuando las carreteras están cortadas por la nieve y el hielo.
Ante la falta de plantas provocada por el frío, los incendios proliferaban en los entornos secos. Para mitigar este problema, las personas quemaban los bosques de manera controlada, lo que a su vez despejaba el terreno para los cultivos.
La industria artesanal floreció durante esta época, ya que todo el mundo buscaba tener una fuente extra de ingresos. Tejer, hacer punto y fabricar productos artesanales pasó a ser algo común que permitió a muchas familias sobrevivir a la inestabilidad financiera.
Durante la Pequeña Edad de Hielo, muchas personas empezaron a encurtir, ahumar, fermentar e incluso refrigerar (imagen) la comida para preservarla durante más tiempo cuando no había productos frescos disponibles.
Uno de los peores aspectos de la Pequeña Edad de Hielo fue la escasez de comida. Los gobiernos locales jugaron un papel decisivo en la gestión de los recursos, ya que se encargaban de racionar el grano y de regular los precios de los bienes esenciales.
En las zonas más afectadas, las personas se trasladaron a refugios naturales como las cuevas y los salientes rocosos, ya que eran más duraderos y ofrecían algo más de protección.
Dado que las acciones humanas están afectando a las condiciones meteorológicas actuales, los científicos están intentando estudiar la Pequeña Edad de Hielo más a fondo para entender cómo funcionaba el clima por aquel entonces y discernir cómo nuestros antepasados fueron capaces de hacer frente a semejante adversidad.
Fuentes: (National Geographic) (History.com) (The New Yorker) (New England Historical Society)
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